lunes, 31 de octubre de 2011

Demos amar y no buscar darnos importancia

La búsqueda de la apariencia, del reconocimiento social, el deseo del aplauso, de la alabanza. Jesús en este texto toca una de las debilidades más groseras del ser humano. Y en quienes no pueden tener ese reconocimiento, esta tendencia puede convertirse en resentimiento, aislamiento, egoísmo. La actitud contraria es el servicio motivado por el deseo de responder al amor de Dios, o al menos por el anhelo de que la propia vida sea fecunda, útil, beneficiosa para los demás.
Jesús, tan tolerante, respeta la autoridad de los fariseos, y aunque reprocha sus actitudes, no pide a la gente que les desobedezcan; sólo les pide que no imiten su forma de vivir y de actuar.
A diferencia del corazón interesado de los fariseos, que buscaban la gloria humana, la actitud del que hace las cosas sólo por amor es lo que llamamos “gratuidad”, es la actitud del que es capaz de entregarse “gratis”, porque no puede hacerlo de otra manera, porque simplemente necesita hacer el bien, porque ama espontáneamente el bien. Pero para lograrlo es necesario que nos sane y nos libere la “gracia” de dios, el amor gratuito de Dios que se derrama en nosotros sin necesitar nada de nosotros, porque él es plenitud de vida y de felicidad. Solamente saciados por el amor de Dios podemos hacer el bien sin esperar recompensas, reconocimientos, aplausos o agradecimientos.
Esta experiencia de no necesitar la aprobación permanente de los demás, esta vida puesta en las manos de Dios y no en la fuerza efímera de los elogios, brinda una sensación de profunda libertad. En cambio, la vida del que hace las cosas sólo “para ser bien visto” produce una sensación de tremenda esclavitud que es una verdadera humillación interior.
 
Texto extraído de “El Evangelio de cada día” – Víctor M. Fernández - Editorial San Pablo – Página 333.
 

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