lunes, 31 de octubre de 2011

El mayor entre ustedes será el servidor

El mayor entre ustedes será el servidor
Mateo 23, 1-12. Tiempo Ordinario. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás, pues nuestro único modelo debe ser Jesús.
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Mateo 23, 1-12


Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". «Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado


Reflexión


La búsqueda de la apariencia, del reconocimiento social, el deseo del aplauso, de la alabanza. Jesús en este texto toca una de las debilidades más groseras del ser humano. Y en quienes no pueden tener ese reconocimiento, esta tendencia puede convertirse en resentimiento, aislamiento, egoísmo. La actitud contraria es el servicio motivado por el deseo de responder al amor de Dios, o al menos por el anhelo de que la propia vida sea fecunda, útil, beneficiosa para los demás.
 
Jesús, tan tolerante, respeta la autoridad de los fariseos, y aunque reprocha sus actitudes, no pide a la gente que les desobedezcan; sólo les pide que no imiten su forma de vivir y de actuar.
 
A diferencia del corazón interesado de los fariseos, que buscaban la gloria humana, la actitud del que hace las cosas sólo por amor es lo que llamamos “gratuidad”, es la actitud del que es capaz de entregarse “gratis”, porque no puede hacerlo de otra manera, porque simplemente necesita hacer el bien, porque ama espontáneamente el bien. Pero para lograrlo es necesario que nos sane y nos libere la “gracia” de dios, el amor gratuito de Dios que se derrama en nosotros sin necesitar nada de nosotros, porque él es plenitud de vida y de felicidad. Solamente saciados por el amor de Dios podemos hacer el bien sin esperar recompensas, reconocimientos, aplausos o agradecimientos.
 
Esta experiencia de no necesitar la aprobación permanente de los demás, esta vida puesta en las manos de Dios y no en la fuerza efímera de los elogios, brinda una sensación de profunda libertad. En cambio, la vida del que hace las cosas sólo “para ser bien visto” produce una sensación de tremenda esclavitud que es una verdadera humillación interior.
 
Texto extraído de “El Evangelio de cada día” – Víctor M. Fernández - Editorial San Pablo – Página 333.
 
 
 
Oración introductoria

Padre mío, te pido que me libres de toda presunción e hipocresía. Tú sólo debes ser el centro de mi vida. Ilumina mi oración, soy tuyo y por este amor quiero servir a los demás.

Petición

Padre, que nuestro testimonio de cristianos sea coherente entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en práctica.

Meditación del Papa

"Padre nuestro, que estas en cielo" Con estas palabras no situamos a Dios Padre en una lejana galaxia, sino que afirmamos que nosotros, aun teniendo padres terrenos diversos, procedemos todos de un único Padre, que es la medida y el origen de toda paternidad. "Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra", dice san Pablo. Como trasfondo, escuchamos las palabras del Señor: "No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo". La paternidad de Dios es más real que la paternidad humana, porque en última instancia nuestro ser viene de El; porque El nos ha pensado y querido desde la eternidad; porque es Él quien nos da la auténtica, la eterna casa del Padre. Y si la paternidad terrenal separa, la celestial une: cielo significa, pues, esa otra altura de Dios de la que todos venimos y hacia la que todos debemos encaminarnos. La paternidad "en los cielos" nos remite a ese "nosotros" más grande que supera toda frontera, derriba todos los muros y crea la paz» (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 62).

Reflexión

Claras y duras son las palabras de Nuestro Señor en este pasaje. Su estilo transparente puede hacernos sentir algo "incómodos" y es que, no habrá en la historia de la humanidad hombre tan coherente como lo fue Jesús, el único. Que nos puede advertir acerca de la hipocresía con justa razón. ¡Cuántas veces nos muestra a lo largo de los Evangelios su descontento con los hipócritas! ¡Cuántas veces nos exhorta a no ser como ellos! Y es que el Señor sabe muy bien cuánto daño hace la hipocresía en nuestro trabajo con los demás, y cuántas almas permanecen cerradas al amor de Dios porque no ven en nuestro testimonio de cristianos una coherencia entre lo que decimos y predicamos y lo que en realidad ponemos en práctica.

"Haced y cumplid lo que os digan, pero no hagáis lo que hacen..." ¡Qué actual es esta recomendación que nos da el Señor! ¡Cuánto nos cuesta a los soberbios aceptar estas palabras! ¿Por qué desoímos tantas veces lo que el Señor nos pide a través de su Palabra? ¿No será para justificarnos en la incoherencia de los demás? "No juzguéis y no seréis juzgados" dice el Señor. Mejor sería que pusiéramos en práctica todo lo que el Señor nos va pidiendo sin esperar nada de los demás, sin olvidar que el instrumento es pequeño.

Así pues, levantemos la mirada del horizonte y miremos en vertical, porque es de Dios y para Dios todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás, pues nuestro único modelo debe ser Jesús, en Él debemos fijar todas nuestras metas. Ante Él la verdad y la autenticidad permanecen, todo lo demás es desechado. Continúa el pasaje: “uno sólo es vuestro Padre, el del cielo." Dice la canción: "¡Dios es mi Padre, qué feliz soy!"

Realmente es así de sencillo y de maravilloso, pero, ¿cuándo vamos a creer del todo estas palabras? ¿cuándo vamos a interiorizarlas y a asumir la grandeza de este hecho? Porque si Dios es mi Padre, me conoce totalmente, me cuida, se preocupa por mí, le interesa lo que a mí me interesa, vela por mi vida, por mi bien, me da lo que necesito... Con Jesús descubrimos que Dios no es un Padre autoritario ni justiciero, sino amoroso y misericordioso que me ha amado y me ha creado y, así, mi vida cobra un sentido, mi vida no es un absurdo. Podemos llegar aún más lejos: si Dios es mi Padre, entonces Él tiene que encontrar en mí signos de que yo soy su hijo, pues los padres y los hijos se parecen.


Propósito

Que Dios sea todo en nuestra vida. No justifiquemos nuestros errores en los errores de los demás.

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