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¿Dios o el
Diablo? |
Boletín ¡Ser discípulos! Aprende a
defender tu fe Tema: Preguntas jóvenes Fuente: Libro preguntas jóvenes a
la vieja fe. Autor André Manaranche,
I. Tus preguntas sobre
Dios.
¿Dios o el Diablo?
A veces, la gente dice:
«fulanito no cree ni en Dios ni en el diablo.» Colocan, así, a los dos en el
mismo cesto, lo cual es un grave error, porque, aunque admita sin dudarlo la
existencia del diablo, no creo en él de la misma manera que creo en Dios. A Este
me entrego por completo, al diablo, no. Además, si creo en Dios es porque admito
mucho más que su simple existencia, cosa que también el diablo es capaz de hacer
(Santiago 2,19). Si creo en Dios es para entregarme a El de todo corazón, no
temblando de miedo, sino saltando de alegría. No juegues, pues, con el verbo
«creer» sin saber bien lo que dices.
Te hablo de ello porque, hoy en día,
muchos jóvenes no saben ya a qué Dios entregarse, si: al benéfico o al maléfico.
Es curioso, porque en nuestra Iglesia ya casi no se menciona al diablo para
nada, si no es para definirle como un mito de los tiempos pasados o un fantasma
para retrasados mentales, incapaces de distinguir lo religioso de lo
psicológico. Incluso algunos teólogos han llegado a dudar de la capacidad de
Jesús para clarificar este problema.
Sin embargo, tú estás oyendo hablar
de Satanás continuamente, en tus revistas y periódicos llenos de vampiros,
brujos, magos y otras especies. Pero, en estas publicaciones, el diablo deja de
ser un ángel caído al que Jesús desenmascara y domina, y María aplasta con su
calcañal, para convertirse en una cuasi-divinidad, en un competidor de Dios. Por
eso, bastantes jóvenes rinden culto a Satanás como el poder que compite con el
del Creador.
Estoy recordando a Gabriel, un joven hippie que confesaba a
su amiga Elena que él veneraba al mal como la fuerza superior a todas las demás.
Por eso llevaba un pequeño ataúd colgando del cinturón. Piensa en Mónica, que un
día, a la vuelta de unas convivencias espirituales, decide dar su medalla de la
Virgen al primer joven que se encuentre en el metro. Y así lo hace. Pero el
joven al que le entrega la medalla se queda sorprendido y, al verla, le
contesta: «lo siento, mi Dios es Satán.» Y, pensándolo un poco, añade: «sin
embargo, la voy a guardar; así comprobaré quién de los dos es más fuerte.»
¡Espero que María haya defendido su causa y la de su Hijo!» Esta confusión
nos viene desde la noche de los tiempos. En latín, «sagrado» significa al mismo
tiempo «bendito» y «maldito». En griego, la palabra «daimon» también significa
las dos cosas. De hecho, es la palabra que Pablo utiliza en el Areópago para
llamar «religiosos» a los atenienses (Hechos 17,22). Además, hay cultos paganos
en los que no se sabe exactamente a quién se reza. En este sentido, Pablo es muy
claro: ~ ciertas inmolaciones hechas a los ídolos son hechas, en realidad, al
mismo demonio (1 Corintios 10,20). Cuando un hombre pide a la «divinidad» que le
ayude a vengarse de su enemigo, que le convierta en un superman invulnerable e
inmortal, o que le descubra los secretos del mundo, no puede dirigirse más que
al diablo. Sólo Mefistófeles puede escuchar la oración de Fausto. Una oración
que, por otra parte, es incapaz de atender, porque el diablo miente más que
respira. Así lo hizo con Jesús, cuando le llevó a la cima del monte y le dijo:
«te daré todo ese poder y esa gloria, porque me lo han dado a mí y yo lo doy a
quien quiero; si me rindes homenaje, todo será tuyo» , (Lucas 4,6).
No
creo que tú caigas en tales exageraciones, pero algunas de tus preguntas versan
sobre Satán: - ¿Cree en el diablo? -¿El demonio es más fuerte que Dios?
¿Cuál es su poder exacto? -¿cómo pudo Satanás atacar al propio
Jesús? -¿Qué es el anticristo?
El tema te preocupa. Puede que incluso
conozcas a algún compañero con teorías y practicas raras. El satanismo es, a
mismo tiempo, un error sobre Satanás, cuyo poder se magnifica, y un error sobre
Dios, al que se asimila a un poder anónimo, capaz de hacer el bien y el mal. En
el fondo, ciertos jóvenes confunden la religión con la conquista (iba a decir
captura) y la explotación de un poder. Están dispuestos a pagar cualquier precio
por ello, aunque sea un precio exorbitante y alienante como el don de su alma al
diablo. Y este pacto les destruye Por eso, el exorcista tiene que identificar al
demonio, conocer su nombre y el pacto establecido, para poder liberar al
endemoniado.
Amigo mío, no confundas al Padre de Jesús con un dinamismo
impersonal, ni la gracia con una posesión diabólica. Es Cristo que vive en ti
(Gálatas 2,20) no destruye tu personalidad. El Otro que te dirige a donde tú no
quieres ir (Juan 21,18) no te viola ni te violenta. Lejos de deteriorar tu ser,
la vida divina lo restaura. Lejos de coartar tu libertad, la gracia la reclama y
la activa. No eres el juguete de un mago ni el autómata de un sabio maldito.
Jesús no tiene esbirros; sus servidores son sus amigos (Juan 15,15).
La Renovación del Paganismo
« ¿Quién es más fuerte, Dios o
Goldorack?», Preguntas. Cuánta angustia se esconde bajo este lenguaje
aparentemente infantil! La angustia, es decir, el miedo inherente a todo
paganismo. Y no exagero. Me ciño a las encuestas más recientes. Ya te he
dicho que del 74 por 1 00 de jóvenes españoles cree en Dios, el 46 por 1 00 cree
en un Dios personal; el 27 por 100, en un Espíritu o fuerza vital, mientras el
18 por 100 es incapaz de identificar al ser o a la fuerza cuya existencia
reconoce. Por otra parte, los no creyentes definen su ateísmo en función de las
respuestas dadas por los creyentes: niegan la divinidad (mal entendida) que
estos últimos reconocen. De ahí que un de las preguntas que planteas de
distintas formas sea: «¿Cómo puede saber que Dios nos quiere?». Para hablar de
un Dios que nos ama es necesario que ese Dios sea personal. ¡Soy incapaz de
imaginarme la ternura que podría sentir hacia mí un espíritu cósmico!
Un Dios impersonal
En la actualidad, como antaño en la
tierra de Canaán, lo divino es una energía anónima que puede cumplir diversas y
múltiples funciones: hacer llover, conceder hijos, hacer germinar el trigo,
ganar una guerra, curar..., etc. Cada santuario tiene su especialidad, como las
distintas oficinas de la Administración. El rito no es una oración en el sentido
judeo-cristiano, es decir, la súplica confiada dirigida a un verdadero padre,
sino el medio infalible para obligar a la divinidad, siempre que se haga
correctamente y respetando la tradición. Lo divino es también una realidad
misteriosa a la que hay que sorprender por medio de una serie de técnicas
adivinatorias, ya que el conocimiento de ese saber oculto proporciona un poder
que ya no se encuentra en la magia, sino en la gnosis.
De ahí que no
haya oración ni vida espiritual. Sólo el Dios amor puede abrirnos su intimidad
para que la compartamos con el. El don y la gracia constituyen lo más específico
del judeo-cristianismo.
Tampoco hay pecado, es decir, rechazo total de
la ternura de Dios. El pagano se muerde los dedos, pero no conoce la contrición
y cree que la divinidad es como una especie de corriente eléctrica de alta
tensión a la que es mejor no acercarse.
De ahí que el hombre tenga que
reencarnarse, es decir, cambiar de «casa» las veces que le sean necesarias para
que ¿y después? Si existe un «después» (algunos partidarios ( la reencarnación
no lo estiman necesario), no tiene nada que ver con una comunión, con un «ser
con Cristo» (Filipenses 1,23; Tesalonicenses 4,17), sino una supervivencia
difusa y muy definida, de tipo cuantitativo y sin ternura alguna. ¡Cuánta
angustia y cuántas ganas de huir hay que tener para que esta débiles imágenes
puedan alimentar una esperanza!
Un Dios que despersonaliza
El universo neopagano también despersonaliza al hombre. En el Canaán de
la Biblia, para hacer llover, germinar nacer, los paisanos practicaban la
prostitución sagrada. Cuando lo divino es anónimo, la mujer también; Dios se
reduce a su poder y la mujer a su fecundidad. En nuestros días, la
prostitución ya no está relacionada con la religión. Pero, para algunos, la
oración se reduce a un: serie de técnicas corporales y psicológicas destinadas a
crea el vacío en uno mismo. Se buscan posiciones, se controla la respiración y
se repiten unas palabras, para fundirse en un gran todo inmóvil. Los que han
vuelto desde las riberas de Ganges a las del Jordán han dado testimonio del
carácter destructor de estos métodos, en los que caen ciertos cristianos. He
visto, en Bélgica, un cartel con una larga lista de todos lo Monasterios
católicos en los que se practicaba y enseñaba el Zen.
Otros confunden el
éxtasis con esos estados segundos que se pueden alcanzar por la danza, la droga
o el ayuno. Pero, ¿se puede provocar el éxtasis? ¿Constituye éste el último
peldaño de la perfección? «Prefiero la monotonía del sacrificio, decía la
pequeña Teresa, al éxtasis. Cristo es mi amor y toda mi vida.» Ella lo había
entendido. Si Dios es Amor, la santidad no puede ser más que la perfección de la
caridad. Los místicos católicos lo han repetido por activa y por pasiva. Si,
cuando estoy rezando, me entero de que hay alguien que está hambriento, es
preferible interrumpir la oración y socorre verdadero Dios no despersonaliza; al
contrario, esta pendiente de cada persona.
En cuanto al cielo, no es la
disolución de los individuos, la pérdida de la conciencia. Dios, en su
eternidad, permanece atento activo: «no duerme, ni descansa, el guarda Israe1»
(Salmo 121,4). La comunión trinitaria no suprime la distinción de las tres
Personas divinas. En su reposo, el Padre no cesa de engendrar al Hijo en el
Espíritu; la vida bulle y circula sin estancarse, es dada y recibida sin cesar.
La felicidad no es soporífera, sino alegre y radiante. Es verdad que el cielo
sigue siendo misterioso para nosotros, pero conocemos lo suficiente para saber
en qué consiste «la bienaventurada esperanza». No impedir a Dios que me ame, ni
privar a los demás de que les debo, intentando desaparecer.
Y así se
termina éste nuestro primer diálogo, en el que hemos abordado las cuestiones más
importantes por eso valía la pena detenerse un poco más. Espero que no te hayas
cansado demasiado. Toma un respiro y reza un buen rato conmigo para agradecer a
Dios la gracia recibida.
Al Dios que está por encima de todo lo creado,
sólo podíamos llamarle ¡el Desconocido!
Bendito seas por esa voz que
sabe tu Nombre, que viene de ti, y hace posible que nuestra humanidad te dé
gracias. Tú, a quien ningún hombre ha podido ver, te vemos coger tu parte
de nuestros sufrimientos. ¡Bendito seas por haber mostrado, sobre el
Rostro bien amado del Cristo ofrecido a nuestras miradas, tu inmensa gloria!
Tú, a quien ningún hombre escucho, Nosotros te escuchamos, palabra enterrada
En nuestro interior. ¡bendito seas por haber sembrado En el universo que hay
que consagrar, palabras que todavía hablan hoy y nos construyen! Tú, a quien
ningún hombre ha tocado, nosotros te hemos cogido: el Árbol fue levantado en
medio de la tierra. ¡Bendito seas por haber puesto entre las manos de los
más pequeños, este Cuerpo en el que no cabe tu corazón de
Padre!»
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