Estimado Padre:
soy seminarista y en mi apostolado
se me acercó un muchacho a quien le han sucedido cosas "extrañas" por lo que me
permito hacerle las siguientes preguntas:
¿por qué ya no se habla de
exorcismo en la Iglesia y por qué no se enseña nada al respecto en el curriculum
de estudios teológicos del seminario?
¿me podría sugerir bibliografía al
respecto?No es exacto decir que no se habla de exorcismo en la
Iglesia. El 26 de enero de 1999 fue presentado oficialmente el “Nuevo rito de
los exorcismos”.
En la presentación decía el Cardenal Medina Estévez (cf.
L’Osservatore Romano, 12 de febrero de 1999, p. 12): “La sagrada Escritura nos
enseña que los espíritus malignos, enemigos de Dios y del hombre, realizan su
acción de modos diversos; entre éstos se señala la obsesión diabólica, llamada
también posesión diabólica. Sin embargo, la obsesión diabólica no constituye la
manera más frecuente como el espíritu de las tinieblas ejerce su influjo. La
obsesión tiene características de espectacularidad; en ella el demonio se
apropia, en cierto modo, de la fuerza y actividad física de la persona que sufre
la posesión. No obstante esto el demonio no puede adueñarse de la libre libertad
del sujeto, lo que impide el compromiso de la libre voluntad del poseído, hasta
el punto de hacerlo pecar.
Sin embargo, la violencia física que el diablo
ejerce sobre el obseso constituye un incentivo al pecado, que es lo que él
quisiera obtener. El Ritual del exorcismo señala diversos criterios e indicios
que permiten llegar, con prudente certeza, a la convicción de que se está ante
una posesión diabólica. Es solamente entonces cuando el exorcista autorizado
puede realizar el solemne rito del exorcismo. Entre estos criterios indicados se
encuentran ; el hablar con muchas palabras de lenguas desconocidas o
entenderlas; desvelar cosas escondidas o distantes; demostrar fuerzas superiores
a la propia condición física, y todo ello juntamente con una aversión vehemente
hacia Dios, la santísima Virgen, los santos, la cruz y las sagradas
imágenes.
Se subraya que para llevar a cabo el exorcismos es necesaria la
autorización del obispo diocesano. Autorización que puede ser concedida para un
caso especifico o de un modo general y permanente al sacerdote que ejerce en la
diócesis el ministerio del exorcista”.
Y más adelante: “El exorcismo
tiene como punto de partida la fe de la Iglesia, según la cual existen Satanás y
los otros espíritus malignos, y que su actividad consiste en alejar a los
hombres del camino de la salvación. La doctrina católica nos enseña que los
demonios son ángeles caídos a causa del propio pecado; que son seres
espirituales con una gran inteligencia y poder: ‘El poder de Satanás, sin
embargo, no es infinito. Este no es sino una criatura, poderosa por el hecho de
ser espíritu puro, pero siempre criatura; no puede impedir la edificación del
reino de Dios. Aunque Satanás actúe en el mundo por odio contra Dios y su reino
en Cristo Jesús, y su acción cause graves daños- de naturaleza espiritual,
indirectamente, también de naturaleza física a cada hombre y la sociedad, esta
acción es permitida por la divina Providencia, que guía la historia del hombre y
del mundo con fuerza y suavidad. La permisión por parte de los de la actividad
diabólica constituye un misterio grande, sin embargo nosotros sabemos que Dios
dispone todas las cosas para el bien de los que le aman (Rm 8, 28)’(Catecismo de
la Iglesia católica, n. 395).
Quisiera subrayar que el influjo nefasto
del demonio y de sus secuaces es habitualmente ejercido a través del engaño, la
mentira y la confusión. Así como Jesús es la verdad (cf. Jn. 8, 44), el diablo
es el mentiroso por excelencia. Desde siempre, desde el inicio la mentira ha
sido su estrategia preferida. No hay lugar a dudad de que el diablo tiene la
capacidad de atrapar a muchas personas en las redes de las mentiras, pequeñas o
grandes. Engaña a los hombres haciéndoles creer que no tienen necesidad de Dios
y que son autosuficientes, sin necesitar de la gracia ni la salvación. Logra
engañar a los hombres amortiguando en ellos, e incluso haciendo desaparecer, el
sentido del pecado, sustituyendo la ley de Dios como criterio de moralidad por
las costumbres o consensos de la mayoría. Persuade a los niños para que crean
que la mentira constituye una forma adecuada para resolver diversos problemas, y
de esta manera se forma entre los hombres, poco a poco, una atmósfera de
desconfianza y de sospecha. Detrás de las mentiras, que llevan el selo del gran
mentiroso, se desarrollan las incertidumbres, las dudas, un mundo donde ya no
existe ninguna seguridad ni verdad, y en el cual reina, en cambio el relativismo
y la convicción de que la realidad consiste en hacer lo que da la gana. De esta
manera no de logra entender que la verdadera libertad consiste en la
identificación con la voluntad de Dios, fuente del bien y de la única felicidad
posible.
...La Iglesia está segura de la victoria final de Cristo y, por
tanto, no se deja arrastrar por el miedo o por el pesimismo; al mismo tiempo,
sin embargo es consciente de la acción del maligno, que trata de desanimarnos y
de sembrar la confusión. Tengan confianza –dice el señor- yo he vencido al mundo
(Jn 8, 33). En este marco encuentran su justo lugar los exorcismos, expresión
importante, pero no la única, de la lucha contra el
maligno”.
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P. Miguel Ángel
Fuentes, V.E. y consulte más casos de interés en
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