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Dios nos perdona: el sacramento de la reconciliación
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Dios es Amor. Hablar de Dios es hablar de su Bondad
y de su Misericordia.
Por Amor
y para amarle nos ha creado, adoptado como hijos suyos y redimido en su
Pasión. Espera y tiene derecho a nuestra adoración, agradecimiento, etc.
Amor con amor se paga. Corresponder con regateos, indiferencia, vivir como
si no existiera es ante todo ingratitud, pero también ofensa. "Salid
al encuentro de Dios, que nos busca con un amor tan grande que difícilmente
logramos entender” (Juan Pablo II en Santiago, 1989).
El
Pecado es sobre todo des-amor
Es
siempre un desorden (nos separa del fin para el que hemos sido creados); es
siempre una desobediencia (a la legítima autoridad de nuestro Padre
Amoroso); es siempre un menosprecio de la Pasión y Muerte de Cristo, que
sufre para purificarnos y levantarnos. Pero, sobre todo, es desamor,
ingratitud, pobreza de corazón, falta de correspondencia amorosa al Amor
que Dios constantemente nos demuestra. Pero Dios es siempre fiel, no nos
abandona y, a pesar de los pesares, ha dispuesto los medios para alcanzar
su perdón y vivir su misma Vida: la Confesión, el sacramento de la
Penitencia y de la alegría. "Donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia (el perdón)" (Romanos, 5, 20). Nunca somos tan grandes como
cuando nos ponemos de rodillas.
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Necesidad
constante de conversión
Somos
criaturas autónomas: libres. Dios ha querido correr el riesgo de nuestra
libertad. Dios no se impone, pero no somos seres independientes de Dios, le
pertenecemos. Hemos de reconocer su Presencia y su condición de Creador y
Padre. La auténtica libertad no es hacer lo que nos da la gana, sino hacer
lo que debemos hacer porque nos da la gana, por Amor.
"La
restauración del sentido del pecado es la primera medida para enfrentarse a
la grave crisis espiritual que pesa sobre el hombre de hoy" (Juan
Pablo II, 31.V.88). "Estas crisis mundiales, son crisis de
santos" (San Josemaría Escrivá, Camino, 301). Necesitamos renovarnos;
sólo la conversión de los corazones renovará la sociedad. Cristo nos quiere
empeñados por la santidad, nos quiere muy suyos, auténticos discípulos; si
fracasamos como cristianos, fracasamos como hombres.
Para
recorrer este camino hemos de comenzar por reconocernos pecadores,
necesitados de perdón. "Es humano que el hombre, habiendo pecado, lo
reconozca y pida misericordia. Es inaceptable que se haga de la propia
debilidad el criterio de la verdad para justificarse a uno mismo"
(Juan Pablo II, Encíclica Veritatis Splendor). Si algo del hombre enamora a
Dios es nuestra capacidad de arrepentimiento.
La vida
cristiana se cimienta sobre el deseo eficaz de recuperar, conservar e
incrementar el estado de gracia, la amistad con Dios, "el conocimiento
de Cristo vivido personalmente, una memoria viva de sus mandamientos, una
verdad que se ha de hacer vida" (Juan Pablo II, Encíclica Veritatis
Splendor).
El
principio indispensable para comenzar y recomenzar es "limpiar
fondos": hacer una buena confesión. Todo lo demás adquiere sentido y
se consolida a partir de la reconciliación con Dios. No se puede edificar
sobre arena movediza; para que la semilla (Palabra de Dios: formación)
arraigue y dé fruto (virtudes y amor a Dios), necesita un terreno en
condiciones.
En la
confesión -además de ser el único modo para gozar de la certeza del perdón
de nuestros pecados- recibimos la gracia necesaria y los consejos oportunos
para luchar, precisamente, en aquellas cosas de las que nos acusamos.
La
confesión explicada por el Papa Juan Pablo II
Permanecemos
evidentemente perplejos ante el abandono del Sacramento de la Penitencia
por parte de muchos fieles y haremos todo lo posible por instruir y
persuadir a todos de la necesidad de recibir el perdón de Dios de forma
personal, ferviente y frecuentemente (Alocución, 15.VII.83).
Nadie
puede cancelar el pasado. Ni aún el mejor psicólogo puede librar al hombre
del peso del pasado. Sólo la Omnipotencia de Dios puede, con su amor
creador, construir con nosotros un nuevo comienzo: ésta es la grandeza del
Sacramento del perdón (Homilía, 26.VI.88). No se limita a olvidar el
pasado, como si se extendiera sobre él un velo efímero, sino que nos lleva
a un cambio radical de la mente, del corazón y de la conducta. La confesión
sacramental no constituye una represión, sino una liberación. Tened pues la
valentía del arrepentimiento. ¡Esto os hará libres! (Alocución, 5.IV.79).
Gracias
al amor y misericordia de Dios, no hay pecado por grande que sea que no
pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta
será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso (Alocución,
29.IX.79). "Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se
arrepiente que por noventa y nueve que no necesitan penitencia"
(Lucas, 15,7).
Este
poder de perdonar los pecados Jesús lo confiere, mediante el Espíritu
Santo, a simples hombres, sujetos ellos mismos a la insidia del pecado:
"Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán
perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos" (Juan.
20, 22). Es ésta una de las novedades evangélicas más notables.
El
Sacerdote, ministro de la Penitencia, actúa in persona Christi, en la
persona de Cristo. Confesamos nuestros pecados a Dios mismo, aunque en el
confesonario los escucha el hombre-sacerdote (Homilía, 16.III.80). Por otra
parte, los miembros del Pueblo de Dios, con instinto sobrenatural, saben
reconocer en sus sacerdotes a Cristo mismo, que los recibe y perdona, y
agradecen de corazón la capacidad de acogida, la palabra de luz y consuelo
con que acompaña la absolución de sus pecados (Alocución, 30.XI.83).
"La
confesión, hijos míos, es la manifestación más hermosa del Poder y del Amor
de Dios. Un Dios que perdona... ¡¿no es una maravilla?! Es un Sacramento
que limpia, purifica, enaltece y diviniza: que nos da fuerza para salir
adelante en los caminos de la tierra, que nos pone en condiciones de ser
eficaces " (San Josemaría).
Glosario
Vicio: Enfermedad sobrenatural. Hábito malo.
Pecado
venial: herida
sobrenatural; nos distancia de Dios.
Pecado mortal: muerte sobrenatural; nos separa de Dios. Es
una desobediencia voluntaria a la Ley de Dios.
- en
materia grave (en la Sagrada Escritura se determina la gravedad de la
materia);
- con
advertencia plena (actuar sabiendo que la acción es pecado) y
-
perfecto consentimiento (querer voluntariamente esa acción).
Se llama
pecado mortal porque priva al alma de la vida de la gracia y la hace
merecedora de las penas del infierno. Es un grave trastorno existencial que
desmorona nuestra unidad interior y rompe nuestras relaciones con Dios.
Gracia: principio de vida sobrenatural, participación
de la vida divina, amistad con Dios.
Virtud: salud espiritual. Hábito bueno.
El acto
de contrición (pedir perdón a Dios) debe incluir la intención de confesarse prontamente.
Blasfemia: Decir palabras o hacer gestos injuriosos
contra Dios, la Virgen, los santos o la Iglesia (Pecado mortal si se dice
de intento).
Fiestas
de precepto: Año Nuevo (1.I), Reyes (6.I), San José (19.III), Ascensión, Corpus
Christi, Asunción, Todos los Santos (1.XI), Inmaculada (8.XII), Navidad
(25.XII) y todos los domingos del año (Pecado mortal la no asistencia a
Misa sin motivo justificado).
Abstinencia: Obliga desde los catorce años en adelante.
Consiste en no comer carne los viernes de Cuaresma. Ayuno (comida ligera) y
abstinencia: obliga desde los 18 hasta los 59, el Miércoles de Ceniza y el
Viernes Santo.
Comunión: Para la recepción digna de la Eucaristía debe
preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado
mortal. (Juan Pablo II a la Sagrada Penitenciaría).
Embriaguez: Pecado mortal en "quien se da perfecta
cuenta de que la cantidad es exagerada y suficiente para embriagar, y
prefiere, no obstante, embriagarse a privarse de la bebida"(Santo
Tomás de Aquino). Como la droga, etc., es ilícito por perder el dominio de
las facultades intelectuales y volitivas.
Escándalo: Incitar o provocar el pecado ajeno.
Pensamientos
y deseos: No se
debe consentir o recrearse en pensamientos o deseos sobre actos que no se
deben realizar.
Actos
impuros: La
facultad generativa se ordena exclusivamente al amor conyugal y a dar
origen a la vida en el matrimonio y no a la satisfacción de la propia
sensualidad. Son pecados mortales porque se subvierte este orden natural.
Uso
indebido del matrimonio: El acto conyugal se ha de realizar siempre de
manera natural y abierta a la vida. Es ilegítimo el coitus interrumptus y
demás medios anticonceptivos y/o abortivos (preservativos, fármacos, DIU,
etc.).
Obligación
grave: Si se
omite consciente y deliberadamente es pecado mortal.
Mentir: Decir lo contrario de lo que se piensa con
intención de engañar. Es pecado mortal cuando perjudique gravemente a
otros.
Difamación: Criticar y revelar sin justo motivo defectos o
pecados ocultos de los demás. Es pecado mortal cuando los defectos o
pecados ocultos son graves. Calumnia: imputar a los demás defectos o
pecados que no tienen o no han cometido. Es pecado mortal cuando los
defectos o pecados son graves. Reparación: Tanto la difamación como la calumnia
exigen reparación. La difamación se repara hablando positivamente de la
persona injuriada. La calumnia se repara reconociendo la falsedad de lo
afirmado.
Robar: Es pecado mortal cuando la cantidad sustraída
es considerable. Para su perdón no basta solamente el arrepentimiento sino
que se exige el propósito de restituir lo sustraído.
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