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El terrorismo, forma específica de
violencia armada |
Entendemos por terrorismo el propósito de matar y destruir
indistintamente hombres y bienes, mediante el uso sistemático del terror con una
intención ideológica totalitaria. Al hablar de terror nos referimos a la
violencia criminal indiscriminada que procura un efecto mucho mayor que el mal
directamente causado, mediante una amenaza dirigida a toda la sociedad. Las
acciones terroristas no se refieren sólo a un acto o a algunas acciones
aisladas, sino a toda una compleja estrategia puesta al servicio de un fin
ideológico. Juan Pablo II ha señalado que:
“No se pueden cerrar los ojos
a otra dolorosa plaga del mundo actual: el fenómeno del terrorismo, entendido
como propósito de matar y destruir indistintamente hombres y bienes, y crear
precisamente un clima de terror y de inseguridad, a menudo incluso con la
captura de rehenes. Aun cuando se aduce como motivación de esta acción inhumana
cualquier ideología o la creación de una sociedad mejor, los actos del
terrorismo nunca son justificables“[1].
Esta aproximación nos permite
captar que la maldad del terrorismo es más profunda que la de sus actos
criminales, ya de por sí horrendos. Existe una intención inscrita en esos actos
que busca un efecto mayor con el fin de aterrorizar a una sociedad y hoy,
incluso, al mundo entero. El terrorismo busca una “utilidad” más allá de sus
crímenes; intenta que un grupo muy reducido de personas mantenga en tensión a
toda la sociedad, obteniendo una amplia repercusión política, potenciada por la
publicidad que obtienen sus nefandas acciones. Los terroristas cuentan con que
su actividad criminal es “rentable” en términos políticos y, por eso, la
justifican como “necesaria” en virtud de sus propios objetivos. No pueden
ocultar la naturaleza lamentable de sus acciones, pero tratan de darles un
“sentido” político que las haría, en su opinión, legítimas.
El recurso al
terror, junto con el intento de su justificación política ante la sociedad a la
que se aterroriza, es lo que da un carácter específico a la violencia terrorista
que la distingue de otros tipos de violencia.
La naturaleza del
terrorismo es, por tanto, diversa de la guerra o de la guerrilla
Esta
diferencia ha sido reconocida por diversos organismos internacionales que
entienden que incluso en la guerra deben ser perseguidos los actos terroristas
[2]. Si las acciones de guerra, nunca deseables, pueden ser reconocidas en algún
caso como respuesta legítima, cuando sean proporcionadas frente a la agresión
injusta, el terrorismo nunca podrá ser considerado como una forma de legítima
defensa, precisamente porque no es una respuesta proporcionada, sino el
ejercicio indiscriminado de la violencia contra toda clase de personas. Es, por
principio, una amenaza para todos, pues todos son, de hecho, considerados como
“culpables”, y podrían ser sacrificados en aras de objetivos políticos
“superiores”. De ahí que no se pueda aceptar de ningún modo la equiparación del
terrorismo a la acción de guerra. Tal equiparación no corresponde a la realidad
y no es justa.
El terrorismo es, también, diverso de la simple
delincuencia organizada
Las organizaciones terroristas suelen
mantener contactos con diversas agrupaciones delictivas. Pero, mientras otros
grupos de delincuentes sólo tienen como fin el propio lucro, el terrorismo tiene
fundamentalmente una finalidad política que presenta como justificativa de sus
acciones, a las que trata de dar la mayor publicidad posible, a diferencia de lo
que hace la delincuencia ordinaria.
Querer justificar el
terrorismo
Dentro de la ideología marxista-revolucionaria, a la que
se adscriben muchos terrorismos, entre ellos el de ETA, es normal querer
justificar sus acciones violentas como la respuesta necesaria a una supuesta
violencia estructural anterior a la suya, ejercida por el Estado. A su juicio,
la violencia de Estado sería la violencia originaria, verdadera culpable de la
situación conflictiva, en la medida en que es anterior a todas las demás y puede
ser ejercida con más medios. Hay que denunciar sin ambages esta concepción
inicua, contraria a la moral cristiana, que pretende equiparar la violencia
terrorista con el ejercicio legítimo del poder coactivo que la autoridad ejerce
en el desempeño de sus funciones. A la vez se debe manifestar también la
inmoralidad de un posible uso de la fuerza por parte del Estado, al margen de la
ley moral y sin las garantías legales exigidas por los derechos de las
personas.
El objeto del juicio moral: terror criminal
ideológico
Una vez definido el fenómeno del terrorismo, podemos
constatar en qué consiste su maldad específica y última, a saber: en atentar
contra la vida, la seguridad y la libertad de las personas, de forma alevosa e
indiscriminada, con el fin de llegar a imponer su proyecto político, presentando
sus actos criminales - el terror - como justificables por su interpretación
ideológica de la realidad. El terrorismo no niega que sus actividades sean
violentas y que están cargadas de consecuencias lamentables, pero las justifica
como necesarias en virtud de la supuesta grandeza del fin perseguido. Es una
explicación ideológica de la violencia criminal en el peor sentido de la palabra
“ideológica”, es decir, encubridora de algo injustificable [3].
El
terrorismo persigue la extensión del terror para producir una situación de
debilidad del orden político legítimo, que le permita imponer sus criterios por
la fuerza, a costa del atropello de los derechos humanos más elementales, como
son el derecho a la vida y a la libertad. Este fin no puede ser compartido
jamás.
Por todo ello, es muy importante calificar con precisión a una
organización como terrorista. A causa de la relevancia de la ideología presente
en toda asociación terrorista, estas agrupaciones se encaminan a hacer plausible
una argumentación ideológica mediante la deformación del lenguaje, usando un
discurso que, al ser difundido sistemáticamente, dificulta en gran medida el
análisis sereno de la realidad del terrorismo y el reconocimiento del objeto
moral en cuestión. Es necesario “dar a cada cosa su propio nombre”[4] y hablar
con claridad y precisión del terrorismo como de un problema específico
irreductible. Hay que tener una idea clara de lo que el terrorismo es para poder
hacerse un juicio adecuado sobre la moralidad del mismo.
Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus
consecuencias
Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal
Española
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